151 películas se han estrenado en
nuestro país durante 2018. Ni más ni menos. Estoy seguro de que el público
general no es consciente de la gran cantidad de títulos que se han producido
durante el año que estamos a punto de concluir. Este desconocimiento se debe,
en parte, a que algunas películas se estrenan en muy pocas salas de exhibición
y con un presupuesto ínfimo dedicado a la promoción. Competir con la artillería
publicitaria de grandes productoras financiadas por importantes cadenas de
televisión es misión imposible. Una pena porque hay historias merecedoras de
ser disfrutadas. Pero tienen una segunda oportunidad para ser descubiertas. Y
es durante estas fechas. Me refiero a los Goya. Estos premios, organizados por primera
vez en 1987, suponen una gran ventana de exhibición. Una nueva ocasión para
fichar las películas patrias en manos de los académicos que, según sus gustos y
criterios, valoran las virtudes o defectos de las obras presentadas.
En esta 33ª edición, de las 151
producciones existentes, 84 son de ficción, 63 documentales y 4 de animación.
También concurren 47 filmes europeos, 16 cintas iberoamericanas y 32 cortometrajes.
De todas ellas, 45 han pasado de ser candidatas a nominadas tras ser
consideradas por los académicos durante el proceso de votaciones. Así lo
anunciaron, hace pocos días, la actriz Rossy de Palma y el director Paco León
en la sede de la Academia de Cine en Madrid. En esta ocasión, Soria debe estar
orgullosa ya que los galardones tienen sabor numantino. ¡Un soriano nominado! El
joven Alberto del Campo opta al Goya a Mejor Montaje por su trabajo en El reino. Y es que los Premios del cine
español no son ajenos a esta tierra. En 1997, un Goya viajó hasta Soria de la
mano del director Roberto Lázaro gracias a su cortometraje de ficción La viga. Hoy, Roberto sigue recibiendo
reconocimientos como el que le acaba de otorgar el Grupo de Comunicación
PROMECAL por sus valores culturales. ¡Enhorabuena!
Pues bien, es este el momento en el
que los académicos debemos votar a las películas nominadas de cada categoría.
Es el último paso para decidir qué películas o qué profesionales se alzarán con
el cabezón o la estatuilla cuyo
nombre hace referencia al ilustre pintor aragonés. El resultado final se
conocerá el próximo 2 de febrero durante la Gala que nunca pasa desapercibida. Desde
luego, sería más aburrida sin el espíritu criticón y quisquilloso que
caracteriza a la sociedad española. Comentarios que se manifiestan en una
realidad paralela a través de las redes sociales y en forma de tertulia o
recogidos en los diferentes medios de comunicación en los días posteriores. Este
año, y por segunda vez en la historia de dichos galardones, se celebrará fuera
de Madrid. El lugar elegido para esta ocasión es Sevilla, concretamente, el Palacio
de Congresos y Exposiciones (FIBES). Pues allí estaré no solo para disfrutar
del clima, sino para compartir la “fiesta” del cine español junto a amigos y
compañeros nominados.
Pero
dejando a un lado todo este proceso administrativo, lo que más me gusta es poder
disfrutar de tantas películas. Bien sea a través de las salas comerciales donde
los productores y directores nos invitan para poder considerarlas como
académicos que somos; a través de la propia sala de cine de la Academia donde
solo unos pocos se animan a programarlas; también gracias a la plataforma
digital VEOMAC, donde se vuelca la mayor parte de las películas candidatas o
bien a través de los DVD que nos hacen llegar a casa para su visionado. Por
eso, otoño es una de mis estaciones preferidas. Para mí, otoño es sinónimo de
cine español.
Artículo publicado en El
Día de Soria. Puedes leerlo aquí.
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