Quizá viva en un mundo paralelo o esté cegado por alguna extraña
razón. El caso es que, con frecuencia, observo hechos que podría calificar de
“objetivos”, frente a determinadas afirmaciones, acaso poco fundamentadas,
sobre el cine español: “es una basura”. Con “hechos objetivos”, me refiero a datos que pueden verificarse
empíricamente. O es sí o es no y no caben ambigüedades. De la misma forma, digo
que cualquier película puede valorarse desde múltiples aspectos subjetivos. A
menudo sucede que un crítico o un espectador califica una obra audiovisual de
espléndida. A la vez, para otro es un auténtico tostón –por decir algo
políticamente correcto-.
¿Cómo es posible que el cine español, dentro de nuestras
fronteras, pueda estar tan denostado por una parte de la sociedad y, al mismo
tiempo, recibir tan buenas noticias procedentes del exterior? Por citar algún
ejemplo actual, hace pocos días conocíamos la noticia de que el director
manchego Pedro Almódovar será el primer español en presidir el jurado del
Festival de Cannes, uno de los eventos cinematográficos más importantes del
mundo. ¿No sabemos valorar su talento o estamos ofuscados por motivos que nada
tienen que ver con el arte?
Lo mismo ocurre en el formato corto donde Timecode, del director Juanjo Giménez,
es uno de los nominados en la categoría de mejor cortometraje de ficción
en la 89ª edición de los Premios Oscar. Por cierto, fue en Cannes donde
ganó la Palma de Oro -la primera para España desde que Buñuel hiciera lo propio
con Viridiana-. Y el próximo sábado 4
de febrero sabremos si obtiene el reconocimiento homónimo en los Premios Goya,
sin haber llegado a un público mayoritario por falta de espacios de exhibición.
En fin, a veces los hechos no se corresponden con la realidad.
Y es en esta “fiesta” del cine español donde todos
deberíamos reencontrarnos con nuestra industria cinematográfica (si es que
existe como tal). Es en este evento donde la Academia de las Artes y Ciencias
Cinematográficas celebra la calidad del cine español con la entrega de los
Premios Goya a los mejores profesionales de cada una de las especialidades
técnicas y creativas. Cada año, cuando se aproxima la fecha de esta gala, me
invade una sensación de glamur desbordante al pensar en la alfombra roja y las
grandes estrellas que se pasean por ella; me emociona ver los rostros de
alegría de los nominados que esperan alcanzar lo más alto. Pero, enseguida, la
realidad llama a mi puerta.
En ciertos momentos, dudo de si realmente están representadas
en estos galardones las distintas formas de producción cinematográfica. ¿O solo
llegan a las nominaciones aquellas historias apoyadas por grandes canales de
televisión y productoras consolidadas, aquellas que por su poder publicitario
alcanzan a los académicos que son los encargados de votar?
Sobre esta cuestión he conversado con la directora de
producción y miembro de la junta directiva de la Academia de Cine Sol Carnicero
y me da su opinión personal, en ningún momento la oficial de la institución a la
que pertenece. Un prisma desde el cual yo no lo había observado: “Siempre se
quedarán fuera algunas películas; esto podría considerarse como algo negativo,
pero yo lo interpreto como que, afortunadamente, tenemos tanta variedad y
calidad que hay un número de películas destacables superior a las cuatro o
cinco seleccionadas en sus correspondientes categorías”.
Pero, dejando a un lado la visión optimista de la
experimentada productora, existen más factores que influyen en esta decisión,
aunque hay uno que me parece llamativamente injusto. Y es la dificultad de que
una película de bajo presupuesto y/o dirigida por un director/a novel compita
en el mismo ring contra auténticos
Goliats y, por ende, lleguen a estar representados en dichos premios.
A la hora de hacer cine, la actual Ley que lo regula
dificulta, sin duda, el trabajo de los nuevos directores. Parece primar más un
plan de financiación ligado a grandes distribuidoras y canales televisivos
antes que un buen guion, por ejemplo.
“Una cosa es no vivir del cine y la otra es que te arruines
haciendo cine”. Son palabras de Nely Reguera, directora de María (y los demás). Y lo afirma una mujer nominada a la mejor
dirección novel en los premios Goya 2017. Prosigue: “Yo tengo asumido que no
voy a vivir del cine. Afortunadamente, trabajo en otras cosas”. Unas
declaraciones que, como poco, me provocan cierta tristeza, pero siempre podrá
decir que ha desfilado por la alfombra roja de la gala de los Goya.
Me detengo. Reflexiono. ¿Esta situación se debe a que no valoramos
lo propio o a que no lo consideramos de la suficiente calidad? Quizá lo segundo
sea la opinión más extendida. La aversión al cine patrio es un sentimiento
arraigado en lo más profundo de nuestra idiosincrasia. Por ello, no oculto mi deseo
de que llegue un tiempo en el que el pensamiento mayoritario sea el que expresó
la Ministra francesa de Cultura, Audrey Azoulay, en declaraciones al diario El País el pasado mes de enero: “Nuestro
cine es un sector de excelencia, del que Francia está muy orgullosa. Sirve para
proyectar nuestra cultura en el extranjero y para contar con una industria
creativa de mucho nivel. Esta política cultural es un tesoro. No nos la
inventamos nosotros, porque empezó antes de la Segunda Guerra Mundial, pero la
hemos reforzado y modernizado. Y eso deberán hacer nuestros sucesores, sean
quienes sean”.
Pero no quiero profundizar en las adversidades e infortunios
por las que atraviesa nuestro cine. Podría ser insufrible y rozar el mal gusto.
Y no es plan, porque queda muy poco para la gala de los Goya, donde se
premiarán los trabajos de mis compañeros. Para la presidenta de la Academia de
Cine, Yvonne Blake, -que sustituyó al actor Antonio Resines hace pocos meses-,
será una experiencia nueva, ya que es la primera vez que vivirá la celebración
de los galardones desde un cargo tan visible y, a veces, tan vilipendiado.
Espero ver una entrega de premios diferente. Según me
comenta Sol Carnicero, la presidenta Blake “está aportando una visión más
internacional y un talante más receptivo”. Veremos si su trabajo da buen fruto.
Mientras tanto, enhorabuena a mis compañeros nominados y… ¡que gane el mejor!
Artículo publicado en El Huffington Post. Puedes leerlo aquí.
Artículo publicado en El Huffington Post. Puedes leerlo aquí.
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