jueves, 27 de marzo de 2014

Cultura en las aulas

Hace un tiempo, en mis años de universidad, escribí un cuento de los que me gustan. Una historia con presentación, nudo y desenlace que transcurre en pocas líneas. Se titula: Polvo.
Su entrada desafiante y firme. Reina, andar ligero. A su paso caen pétalos de margarita, suaves como ella. Le acompañan hojas. Su savia, llena de saber como la sangre que recorre su cuerpo. Su cuello, que sustenta a su buen raciocinio, está adornado con un lindo pañuelo, pañuelo…, que le hace ser una niña rebelde. Ella viene, se acomoda en su cárcel y empieza a pregonar a los cuatro vientos la filosofía de la vida. Alguno de sus ángeles, que dependen de ella, comprenden el amor que transmite. Sus manos delicadas sostienen la historia del saber, de la lucha, de la decadencia, del amor, de la sugerencia, de la libertad… Sus ojos que se mueven de faz en faz; sus movimientos cuando predica; le hacen ser juvenil, pero a la vez muestra su gran experiencia, madurez y sentido de la vida. Un ángel, que comprende su doctrina, quiere unirse a ella, junto con otros cuantos locos y hacer desaparecer el mal del mundo. Pero ese sueño se esfuma cuando la reina desaparece por la puerta de la cárcel por la que entró.
Hoy pienso en los valores y saberes que la universidad me aportó. Fueron muchos, pero me quedo con el aroma de la cultura que algunas clases, o más bien determinados profesores, intentaban transmitir a los que escuchábamos.
En mi época (y no hace tanto tiempo) parece ser que la universidad se había deformado en cuanto al objetivo que perseguía: formar personas cultas. No era –no es- lo que se suponía que debía ser. Ya lo advirtió el filósofo y ensayista José Ortega y Gasset. “La enseñanza superior consiste, pues, en profesionalismo e investigación. Así, el nuevo bárbaro es principalmente el profesional, más sabio que nunca, pero más inculto también. No se es culto en física o en matemática. Eso es ser sabio en una materia”.


Aula del IES Antonio Machado en Soria donde el poeta impartía clases de francés

En la actualidad, los planes curriculares desechan asignaturas como la Filosofía o la Literatura favoreciendo a otras disciplinas más técnicas. Sí, de ahí surge la deshumanización y la falta de valores que tanto critican algunos políticos, empresarios y la Iglesia. No se puede despojar y arrancar la cultura de las aulas para, posteriormente, criticar neciamente la falta de valores existentes en la sociedad.
Hoy vuelvo a leer el relato que escribí y me doy cuenta de que en el aula aprendí, pero también soñé y eso me hacía sentir más humano. En este caso eran clases de Literatura impartidas por una profesora. Ella no se limitaba a explicar la lección, sino que acercaba al alumno al verdadero mundo de las letras, de la vida, haciendo reflexionar y madurar a cerca de lo que rodea al ser humano. En definitiva, cultura es aprender a convivir e interactuar de la mejor forma posible, a través de los conocimientos adquiridos, permitiéndonos desarrollar un juicio crítico.
Decía el filósofo Ortega y Gasset: “Hay, pues, que sacudir bien de ciencia el árbol de las profesiones, a fin de que quede de ella lo estrictamente necesario y pueda atenderse a las profesiones mismas, cuya enseñanza se halla hoy completamente silvestre”.
Quizá si sacudiéramos entre todos este árbol de las profesiones caería más de un político, o empresario…

Pedro Estepa Menéndez

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