La vida está llena de contrastes. Un libro es una fuente de saber para
aquella persona que esté dispuesta a aprender, a conocer y a sentir. Pero según
mi perspectiva, un libro no está valorado de la misma manera en España que en
México, por ejemplo. En este último país se acaba de clausurar la 27 edición de
la Feria Internacional del Libro que, como cada año, se celebra en la ciudad de
Guadalajara. Se trata de un punto de encuentro donde los amantes de las letras se reúnen
en torno a unos 34.000 metros cuadrados reservados para esta gran cita.
Es increíble el interés y la pasión que suscita la lectura entre la población a lo largo de este país, también fuera de dicha convocatoria de la que goza la capital del Estado de Jalisco. Es el caso de México, D.F. donde cada vez es más común ver librerías en barrios que hace unos años se pusieron de moda.
Cafebrería El Péndulo |
En la Colonia Condesa, una zona de la Ciudad de México, proliferan estos establecimientos donde las personas acuden con ganas de saber. En otros espacios para el encuentro destacan las cafeterías-librerías. Para los mexicanos es casi un ritual el desplazarse hasta estos establecimientos para desayunar; incluso se forman colas con listas de espera. Allí, la gente puede disfrutar de un buen desayuno rodeado de libros o música. Estas costumbres incitan a interesarse por las historias narradas. De esta forma, en el ámbito de la creación de micro y pequeñas empresas culturales mexicanas se atisbó un notable incremento. Así lo afirmaba el que era, en 2012, el director general de Vinculación Cultural del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Raúl Arenzana: “un sector que crece apresuradamente en todo el país”.
Ese interés general por la cultura, y por el libro en concreto, también se
observa en otros países de Hispanoamérica como Cuba, donde el acto de leer está
protegido al más alto nivel para toda la población.
Hoy en día, este escenario parece sacado de la ciencia ficción si lo
extrapolamos a la ciudad de Madrid, capital de España. Quizá sea una
comparación un tanto exagerada, pero es un ejemplo meridianamente claro de las
ligeras diferencias que se pueden observar en cuanto al valor que otorgamos a
la cultura.
Hace pocos días conocíamos los datos negativos que arrojaba el Anuario de
Estadísticas Culturales 2013 publicado por el Ministerio de Educación, Cultura
y Deporte. De este estudio se infiere que 2.000 empresas culturales cerraron en
España en 2012. Un varapalo terrible para el mantenimiento de nuestro acervo. Y
este dato negativo, en parte, es debido a la política cultural que el Gobierno
de España puso en marcha y mantiene en la actualidad. Todos conocemos las
consecuencias de la decisión de aumentar el IVA cultural hasta un 21%; el
estado de inactividad en el que se encuentra la futura Ley de Mecenazgo (este
verano el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, afirmó que el Gobierno
se comprometía a presentar dicha ley antes de que finalice el año -ya
veremos-); y numerosas iniciativas que han desembocado en la situación de
emergencia cultural en la que nos encontramos.
Otro estudio revelador en cuanto a números se refiere, y que conocimos la
semana pasada, es el Informe del Programa Internacional para la Evaluación de
Estudiantes (Informe PISA). Una prueba para nuestros escolares de 15 años donde
se nos muestra su capacidad en cuanto a comprensión lectora, entre otras. De los
65 países donde se realiza, España ocupa un puesto intermedio (488 puntos),
mientras que México se sitúa varios niveles por debajo de España (424 puntos).
Unas cifras actualmente contradictorias si nos fijamos en los esfuerzos que
ambos países están realizando por defender el derecho al acceso de los
ciudadanos a la cultura.
De seguir en el futuro por este camino de tropelías hacia las artes en
España, ¿podríamos alcanzar las cotas bajas que poseen algunos países de
nuestro entorno? No lo sabemos. Quizá haya que leer más.
Pedro Estepa Menéndez
Artículo publicado en el Diario Progresista: Doble lectura
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