18-11-2013
Dos. Eran dos los que sostenían a aquella persona. El derecho y el
izquierdo. Siempre caminaban juntos, uno al lado del otro. A veces iban a ritmo
semejante pero, la mayor parte del tiempo, su movimiento era contrario al de su
hermano. Aún así, su cercanía les hacía cómplices de su mismo destino. Estaban
condenados a entenderse y, durante toda su vida, comprendieron la
importancia de la existencia del otro. Eran como uña y carne.
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