¿Es necesario estar volado para hacer cine o hay que volar para
intentarlo?, ¿debes estar bajo los efectos de una droga o conviene emigrar a
otro país para trabajar en esta industria del séptimo arte?, ¿se
recomienda sufrir algún desequilibrio psicológico para dedicarte a ello o es un
estado ineludible? Sea como fuere, quizá no interesen tanto dichas cuestiones
como la relativa importancia que cada uno pueda prestarle al siguiente
planteamiento. ¿Es usted feliz? A lo que el físico alemán Albert Einstein contestaba
sin titubeo alguno: -No, ni falta que me hace. En este caso, no es condición sine
qua non el estar volado o volar a otro lugar para hacer cine, sino
el grado de felicidad que cada cual aplique a esta profesión tan dependiente de
la creatividad y la suerte.
En torno al estado de la grata satisfacción espiritual y física, que es la
felicidad, también habló uno de los maestros del cine español, Fernando Fernán
Gómez. Decía en sus memorias recolectadas en el libro El tiempo
amarillo: "Aunque no lo había leído en ninguna parte, la frivolidad me
parecía un eficaz remedio para combatir la angustia. Inventé un lema para mi
uso exclusivo y que sólo ahora doy a luz: Sobre los mares de la angustia camina
por la cuerda floja un nombre vestido de colores". Y añadía: "A mí tampoco
me hacía falta la felicidad -ese absoluto o ese universal- porque podía gozar
de la vida. O, cuando peor se daba la noche, buscar insistentemente el goce,
sin cansancio, sin rendirme".
Quizá el que se dedica a hacer cine en España no llegará a ser feliz nunca,
o lo será solo un poco. O, como decía el señor Fernán Gómez, el quid de
la cuestión resida en ser frívolo. Tal vez yo mismo esté observando la realidad
con un prisma equivocado desde la infancia. ¿Acaso el cineasta debe ser una
persona desaborida y veleidosa, que escriba guiones sobre asuntos ligeros con
predominio de lo sensual y de poca sustancia?
La crisis, el desempleo, los desahucios, el cambio climático, el hambre, el
terrorismo en sus múltiples formas, al que se suma el yihadismo... Una nueva
amenaza que viene fraguándose desde hace mucho tiempo, que atenta contra
nuestras vidas, costumbres y, por ende, contra el concepto de cine occidental.
Además, en los últimos años, su punto de mira recae con mayor ahínco en Europa.
El politólogo francés y profesor especialista en sociedades árabes, Gilles Kepel, explicaba en una
entrevista concedida a El País Semanal, por qué dejaban de
atacar Estados Unidos y empezaban a hacerlo en Europa. "Los yihadistas
consideran que Europa es el punto flaco de Occidente. En un momento dado, Al
Qaeda se da cuenta de que Estados Unidos es demasiado fuerte, mientras que
Europa está desunida, compuesta por múltiples Estados descoordinados, con las
fronteras delimitadas por el colador de Schengen y gobernada con mediocridad
por instituciones incapaces de luchar contra el terrorismo". En cierta
forma, este brío norteamericano, al que hace referencia el profesor Kepel, me
recuerda al poderío con el que el cine de aquel país de habla inglesa irrumpe
con tanta fuerza dentro de nuestras fronteras. Parece claro que debe existir
una mayor coordinación entre países vecinos para combatir el terrorismo, al
igual que habría que establecer un método adecuado para insuflar oxígeno a las
cinematografías europeas frente al celuloide norteamericano.
Es posible que este panorama pinte sartriano y esta situación lleve a
pensar al actor Fernando Fernán Gómez que la frivolidad es un eficaz remedio
para combatir la angustia, no sé. De mi reflexión deduzco que no hace falta
haber perdido la razón o emigrar para dedicarte al cine, sino alcanzar la
felicidad con el quehacer diario, es decir, alcanzar la complacencia con uno
mismo incluso si se ejerce la mala costumbre de crear imágenes en movimiento en
este país.
Fue el mismo filósofo francés Jean-Paul Sartre el que dijo: "La
felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace". Y
eso es lo que intento alcanzar cada día que me levanto. Cada maestrillo tiene
su librillo. Es probable que algunos me tilden de frívolo e insustancial, pero
no podrán acusarme de no ser feliz intentando hacer cine.
Artículo publicado en El Huffington Post. Puedes leerlo aquí.
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