La sonrisa es un acto humano en vías de
extinción. A veces pienso que algo tan simple puede convertirse en misión
imposible para algunas personas. Medito y después de observar diferentes
comportamientos llego a la siguiente conclusión.
Pedro Estepa en la plantación de té en Munnar (Kerala, India) |
Seguramente, hay gente que le resulte más fácil viajar a
la luna que proyectar una sonrisa. Sigo deliberando y creo que un pintor puede
esbozar una sonrisa en un lienzo antes de que alguien la dibuje en su rostro en
una situación cotidiana por la calle.
En fin, los tiempos que corren no son propicios para la
sonrisa, una forma de expresar facialmente un sentimiento de satisfacción. Hay
numerosos estudios sobre el efecto que produce la sonrisa en uno mismo así como
en la gente que está alrededor y disfruta de ese gesto. En 2010 investigadores
de la Wayne State University llegaron a la conclusión de que quien
sonreía tenía una vida más longeva frente a los más serios.
Yo siempre he sonreído. Recuerdo que, desde pequeño,
regalaba una sonrisa a quien me miraba, a quien me prestaba atención, a quien
me preguntaba algo. O simplemente a aquella persona con la que me cruzaba en el
metro y nuestras miradas confluían durante escasos segundos. Siempre nacía, por
mínima que fuera una ligera sonrisa. Para mí significa un mundo. Enriquece a
quien la recibe sin empobrecer a quien la ofrece. Dura segundos pero su
recuerdo nunca se borra.
Con el paso del tiempo han cambiado muchas cosas en mi
vida, pero una de las que he intentado proteger ha sido ésta, la sonrisa. Hoy
es el día. Es el momento de sonreír. No podemos permitir que un entorno hostil,
de deshumanización de la sociedad, nos prive de algo tan humano como la
sonrisa. Aunque solo sea por criterios de utilidad: la sonrisa cuesta menos que
la electricidad y da más luz. Y esto con la subida de la luz se agradece, y
mucho.
Otras veces creo que algunos gobiernos, grandes empresas
y corporaciones, lobbys y demás instituciones tienen el oscuro interés en que
el ser humano deje de sonreír y se convierta en un autómata privado de
sentimientos. Una sociedad sin esperanza en la que ya no se vea reflejada la
alegría en los rostros.
Hace unos meses leía en la prensa que el mejor conductor
de autobús de Reino Unido era español. Le otorgaron el premio UK Bus Award ¿Y
saben por qué? Por dar los buenos días a los pasajeros con una gran sonrisa. Le
felicito enormemente. Un acto que para mí es de lo más normal, pero que en
nuestra sociedad no está valorado lo suficiente. Sonreír se ha convertido en
una acción extraterrestre. Qué pena. Hasta yo me sorprendo cuando, por ejemplo,
un camarero/a me sonríe al preguntarme qué es lo que deseo tomar.
Estoy seguro de que la vida funcionaría mejor si la sonrisa se extendiera
como un virus entre los seres humanos. Seríamos más felices, afrontaríamos con
más ganas nuestra dura jornada laboral y daría esperanza a los más
desfavorecidos. Recordemos que la sonrisa es contagiosa. Por lo tanto, esta
simple acción empieza por uno mismo. Si sonreímos la otra persona sonreirá. Y
ganaremos la batalla a la seriedad, al mal humor, a la estrechez de miras, al
sinsabor, a lo grisáceo, a lo marchito, a la desesperanza.
Pedro Estepa Menéndez
Leer este post me ha dado muchas ganas de sonreír más a menudo. Ojalá mucha más gente lo lea y le produzca la misma sensación que a mi.
ResponderEliminarVamos a sonreír todos!